viernes, 9 de julio de 2010

RESURRECCIÓN

Los cuatro hombres están a punto de hacer descender el ataúd por la fosa. Pero no lo hacen. Retroceden sobre sus propios pasos y vuelven a introducir la caja en el coche. La pequeña multitud que conforma el séquito fúnebre empieza a moverse, y lo hace de una forma extraña: caminando hacia atrás, como los cangrejos. Desandando el camino que acaban de andar. Ahora es el coche el que empieza a moverse, también marcha atrás. Resulta cómico ver a toda esa gente así, parecen niños jugando a ver quién aguanta más sin darse la vuelta. Pero nadie lo hace. Finalmente, llegan a la puerta y se van disgregando. Yo también estoy entre ellos. También camino hacia atrás. Mi ansiedad es infinita.


Y como un cangrejo se mueven las agujas del reloj. Cada segundo un segundo menos. De pronto, estoy otra vez en el hospital. Con cara de desolación. Pero la desolación se va desdibujando, porque las revoluciones que lo mueven todo se han aliado conmigo y no avanzan más. Escucharon mi súplica desesperada en el cementerio y frenaron en seco.

Y, milagrosamente, volvieron a arrancar contracorriente.

Y otra vez estoy contigo.

Y te están quitando todos esos tubos.

Y ya no lloro. Nadie llora.

Y salimos de ese lugar horrible.

Y nuestro coche emprende su viaje al pasado.

Yo conduzco.

Y como cangrejos subimos las escaleras de casa.

Y ahora estamos sentaditos. Viendo la tele.

Riéndonos, como si nada.


Elena.

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