domingo, 12 de mayo de 2013

Un reencuentro inesperado.

Estabamos pendientes de su llegada. La verdad que no sabíamos cuandos sería, pero si teníamos esa pequeña sensación del reencuentro,  motivada después de tantos años de separación. Para nosotros 
seguía siendo nuestro amigo de la juventud, las circunstancias por las que había pasado nos preocupaban, por que era nuestro amigo. Pero lo que de verdad reforzaba nuestras ansías, más alla de 
esas particularidades, era las ganas que teníamos de verlo.

Habían pasado ya, unos quince años, desde la última vez que lo vimos. En aquel momento todo le iba muy bien, mientras los demás no encontrabamos un trabajo estable, el era ya responsable de una área de ventas internacional, cuyo sede central sería México. La verdad que cuando vino a visitarnos, al bar de siempre, nos contaba cosas que era dignas de vivir.

Así pasaron los años. Le perdimos la pista, una vez que supimos que que se había quedado a vivir allí, por lo que se ve, había encontrado el amor allí. No se si fueron hace unos ocho años, cuando nos enteramos que lo habían metido en la carcel, por no se que de narcotrafico. La verdad que no nos pegaba de él, pero también es cierto que a cualquiera le gusta el dinero fácil.

Esperamos en la puerta del antiguo bar de reunión, se suponía que Antonio había ido a buscarlo al aeropuerto. Todos estabamos tranquilos, charlando mientras nos tomabamos unos refrigerios. Aún así, entre todos nosotros había cruzadas miradas, en busca de la legada del coche.

Así, estuvimos unos horas hasta que llego el coche. Lo vimos bajar junto a Antonio. Nada más llegar, todos nos dirjimos  a él abrazarlo y saludarlo, con efusividad. Yo no me levanté hasta que él no se acerco, lo abracé y le dije al oído, bienvenido hermano.

 Pasamos horas tomando, y tomando. Y sobre todo recordando las historias de los tiempos pasados, los momentos vividos en la niñez, que no fueron más que aventuras pasadas, recordadas y las cuales nos dieron argumentos para reirnos un rato. Todo el mundo estaba feliz, menos él, que al parecer estaba un poco absorto, fuera de contexto, como si acabará de aterrizar.

Todo en el me chasqueaba. No sé. Sería su acento mejicano, su tez, o solo su comportamiento. Pasaron las horas y decidimos entrar en el bar. Les puse a todos unas copas, la mayoría de ellos estaban bebidos, y no se enteraban de mis dudas. Llegado un momento, me dirijí a él, con cierto desdén. 

- Qué te pasa, me contesto.
- No me pasa nada, más que no te conozco, que no eres quien dice ser, y que no te he visto en mi vida.

Su cara fue un poema. Durante un rato miró hacia el suelo, sin contestar. Todos los demás se quedaron sin respuesta, y dirijieron sus miradas haca él. En ese momento empece a ver cierta perplejidad en sus rostros.

- Quien eres, le pregunto Antonio.  Cuando te he hablado de nuestra niñez, he tenido que contarlo todo, no te acordabas de nada.

Pasarón los minutos, y su cara seguía mirando hacia el suelo. Después de un momento decidió reconducir la situación.

- Creo que  o he sido un buen actor. Me he hecho pasar por un persona, que creo que era importante para vosotros. Más por mi necesidad, que por otra cosa. Conocí a vuestro amigo en la carcel, el me hablaba de todos vosotros todos los días. Como os podís imaginar, si el no esta aquí en mi sitio, es que nunca salió de la carcel.
(durante segundos las miradas de todos se fijaron en el suelo, mientrás algunos ya sollozaban)

Por su parte nuestros visitante seguía con su historia.

- Al ser español, algo no muy recomendable en una carcel de méjico, fue objeto de extorsión de la mayoría de las mafias de la carcel, sujeto a constantes violaciones, y un día, un día, ya no apareció, por la celda que compartíamos. Cuando me acercé a preguntar a los carceleros, me cerraron la boca de inmediato. Pasarón unos días, y cuando ya estaba todo olvidadó llego una notificación para que se presentará custodiado en la embajada española. Hay empezó mi papel, y aquí he llegado.

 Entoncés me dirijí a él con el sosiego, que en aquel momento podía demostrar.

- Mira visitante. Haz el favor de salir de este bar, y por el nombre de mi amigo, hoy te perdono la vida. Si la vida nos volierá a encontrar, te aseguró que será el último día de tu vida.

Mientrás el desconocido visitante se iba del bar. Todos estabamos enojados, por como la vida nos había arrebatado la ilusión de reencontrarnos con nuestro viejo amigo.

Adios hermano, estes donde este, descansa en paz.  (Repetimos mecanicamente todos a la vez).  

      





        

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