jueves, 13 de mayo de 2010

Oda

En un momento de alegría surgió como surge, entre la tristeza de la riqueza y la felicidad de la pobreza. Quizás fue por eso, por lo que entonces nos dimos cuenta que era el momento.

Pero como todos los momentos de la vida, vino encaminado a mi con el favor de las opiniones, resguardado en un viejo gabán, oscurecido por la suciedad, embravecido por el favor de lo antiguo, lleno de sabiduría y resurgiendo de la saciedad del momento.

Para mí, estaba lleno de vitalidad, su color pardo oscuro denotaba que el tiempo había llamado a su puerta, que la vida había pasado por el, o el había pasado por ella. Por eso me llamo la atención, me acerque al puesto y lo recogí con mis manos, lo acerque a mi rostro y exhale su aroma, olía a rancio abolengo.

Quizás fue por eso por lo que lo compre, pero siempre tuve presente que estaba de paso por mi vida, y que algún día me despediría de el, como la cría se despide de su madre después de haber hecho suyo su aroma.

Para mi fue como una segunda piel, algo que necesitas tener cerca, algo que al ponerte hace que la gente se fije en ti, algo que te acompañaba a cada paso. Por eso, sería por lo que mi vida cobró un nuevo espacio en el tiempo, buscándolo estaba desde hace tiempo. Pero el llamo a mi puerta y me dio las fuerzas necesarias para que al acompañarme, me hiciera sentirme distinto. Aún así, mi gabán, me acompañaba en las noches de invierno, pero en los tiempos de verano, acompañaba a aquellos instrumentos que sirven para vestir tu piel, aquellos que esconden tu pudor que reflejan tus gustos y los de los demás. Pero esos, pasan por tu vida y se van deshaciendo en el camino, van perdiendo la luminosidad, se van envejeciendo con el tiempo, y es él, el que acaba deshilachándolos en su camino.

Pero solo algunos, aquellos que verdaderamente se acercaron o cruzaron en tu camino, por alguna circunstancia, solo aquellos, que supieron envejecer en tu tiempo contigo, son los que perduraron en tu tiempo y te hicieron mejores, son los que te acompañaran a lo largo de tu vida, aquellos que nunca te pertenecieron y solo se toparon contigo por casualidad. Esos son los que crearon en ti una luna de ilusión que no se desvaneció con el tiempo.

Quizás sea por eso, por lo que los quisimos, no los cuidamos pero si estuvimos cuando nos necesitaron, nos acercamos a ellos y suspiramos, pues sus designios nos infligieron sus heridas, y sus miserias fueron nuestras. Pero fue por eso, nada más que por eso, por lo que lo suyo fue nuestro.

A lo mejor, esos fueron solo caminos que unieron nuestros momentos, que nos hicieron compartir nuestra vida, y disfrutar de nuestras ilusiones, aquellos que unieron sus designios como mi viejo gabán lo hizo conmigo. Recorriendo mi cuerpo y tratando de resguardecerme del frío invierno, como un padre lo hace con su cría.

Puede ser por eso que el paso del tiempo, marca el espíritu de las despedidas, como marca los encuentros, quizás fue por eso que….

Pasó el tiempo, y mi viejo gabán, destacaba más con el paso del tiempo, sus heridas que fueron mías, rasgaban sus vestiduras y dejaban al descubierto mi piel curtida por el tiempo. Por eso fue que una noche de lluvia, cuando caminaba por una avenida bajo la lluvia, me acerque a un hombre que yacía dormido en la calle, sin otro techo que el cielo.

Entonces fue cuando me dirigí hacia él, con el paso cambiado, poco a poco sin perturbar su sueño, y sin pensarlo, me quite mi viejo gabán y lo deposite en sus hombros. Cuando me iba, mi cuerpo despedía su recuerdo llorándole a través del agua que recorría mi cuerpo. Esa fue mi despedida, mi adiós, o mí hasta nunca amigo.







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