martes, 16 de noviembre de 2010

MISTERIOS DE OJEN.

La mañana se había levantado con grandes vientos, era un día cualquiera de otoño, en las cercanías de Marbella, en la sierra de Ojén.  Todo parecía más que la llegada del otoño, el final del verano.

Los vientos chocaban con las pequeñas empalizadas de la casa, estaba situada cerca de la carretera, pero para ello debías abandonarla, y desviarte por un sendero que en principio se hacia bien, pero que llegado un momento se complicaba para el coche.  La casa era pequeña, con una pequeña piscina fuera de agua de pozo, fría como la noche.

Dicen que en ella apareció muerto el último inquilino de la casa. Seria, al fin y al cabo un caso más de los múltiples, que se quedan sin resolver en la costa del sol.

Yo no estaba allí, ni para investigar ni para comerme la cabeza por nada, aquello era para mi anecdótico. Mi problema personal, era al fin y al cabo mi verdadero objetivo, mi visita buscaba una cura. Al fin y al cabo, estaba allí después de mi separación, y mi objetivo era centrarme y dejar de pensar en ella, olvidarme de su cara, de su presencia, era al menos un intento de huida, de centrarme en algo que me sacara de aquel pozo en el que me encontraba metido. Mi falta de sueño complicaba las cosas. De ahí, que hubiera tomado la decisión de buscar un pequeño refugio, donde centrarme en mi nueva vida.

Habían pasado los últimos días del verano, y mi llegada se había producido con las primeras lluvias. Hoy se había levantado un fuerte temporal, que subía desde el mar hasta la sierra, dando golpes de un lado a otro, y lamiendo la empalizada de la pequeña casa, se plantaba en el jardín. No era un día para salir, pero tampoco para quedarse en casa y tener que aguantar los golpes del viento contra las ventanas mal preparadas para estas ocasiones.

Todo me obligaba a coger el camino, así que me abrigue y me dispuse a salir de la casa, recogí las  llaves del coche, y me fui hacia la entrada. Antes de salir cerré bien las ventanas, aunque de poco me serviría, y me fui hacia la salida. Una vez dejado todo en orden arranque el coche y me dispuse a bajar por el cerro, el viento me echaba hacia la montaña, mientras bajaba.

Parecía todo desolado, no había gentes en las casas, o al menos eso parecía. Cuando llegue a la carretera, esta estaba vacía de autos. Sola para mí. Me dirigí hacia el pueblo más cercano, o quizás fue a Marbella. No tengo ni idea, el caso es que necesitaba tener contacto con gente, la casa estaba un poco aislada, y se echaba de menos un charla, un cruce de miradas, o alguna conversación banal, de fútbol aunque sea.

Poco a poco, fui acercándome al pueblo mientras pensaba en ella, otra vez ella, ni allí se me quitaba de la cabeza, pero bueno por otra parte era normal, había pasado poco tiempo. Aun así sabia que debía olvidarla, pero cuando lo conseguiría.

Me acerque a la entrada de un  Púb., cercano a la zona centro de Marbella, como muchos de la zona, se parecía mas a un Púb., ingles que a un bar español, pero bueno son cosas de la zona. Me aproxime al camarero y le solicite una cerveza fría,  el me la puso y me comento con un acento no andaluz, que si quería algo de comer, a lo cual le negué con la cabeza.

Pasaron un minutos, yo seguía a lo mío, con mis obsesiones, pensando por que se fue y me dejo, y en ese momento pude darme cuenta que unas chicas, muy jóvenes me miraban desde el otro lado de la barra. Hice un pequeño saludo, con una sonrisa falsa que me salio de entre los dientes. Ya no sabia, ni como coquetear con unas chicas, pero bueno daba igual.

Después de haber terminado con varias cervezas, se me acerco el camarero para decirme, que si quería cenar algo. Habían pasado las horas, las chicas ya no estaban, y yo no me había dado cuenta de nada. Pedí la cuenta, y me fui hacia el coche. Ya había sido bastante por hoy.

Me monte en el coche y me fui a casa, la casa de la montaña. Subí el cerro de malas maneras por que el viento seguía arreciando, pero aun así llegue. Me sentí un privilegiado por la prueba superada, y decidí tomarme una buena botella de vino, a mi salud……y a la suya. Bueno era la oportunidad para rememorar el ayer……lo que fue, lo que hubo, lo que ya había desaparecido. Fue una buena la que me pille, pero me vino bien para no tener que soportar los portazos de los ventanales, contra los marcos.

Al día siguiente me levante, el decorado había cambiando, me acerque a ventana y estaba en mi casa, no en Ojén. Aquello me incomodo hasta que escuche una voz que me llamaba, era la dulce voz de mi mujer. Entonces me asaltaron mis dudas. ¿Pero no lo habíamos dejado? ¿No se había terminado todo? ¿Que ocurría? ¿Que pasaba por mi cabeza, era todo un espejismo……….o vivía en el recuerdo?.

Aún así no podía olvidar los cerros de Ojén, las dulces colinas que vomitaban aire frío a mi paso… Quizás esa fue la respuesta a mis problemas, a lo mejor era la solución a mis augurios….quizás, solo quizás, a lo mejor yo no me había separado, a lo mejor nunca tuve esposa, ni nunca fui feliz………….y por eso vivía sometido a los recuerdos de mi infancia, a los recuerdos compartidos con mis padres a lo largo de mi niñez.

¿Pero por qué? Seguramente por que nunca llegue a tener recuerdos propios, sino que me alimente de lo que les escuche hablar a mis padres, a la gente que conocí cuando era niño. El por que no lo se, pero me lo puedo imaginar, quizás sería por que mis padres perdieran a un hijo, puede ser que la casa de Ojén fuera lugar de mis juegos de niñez, y a lo mejor por que no. El que murió en la piscina, fue mi padre, por que no pudo soportar la prematura muerte de su hijo………..Yo.  



 

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