viernes, 26 de febrero de 2010

EL SER IMPERFECTO

Cuando me levanto todos los días, tengo un leve dolor en la cabeza que me deja sin sentidos. Durante un momento siento un zumbido en la cabeza que me atraviesa la espina dorsal. La verdad que es uno de los momentos en los que me encuentro más sensible del día.

Una vez que el espasmo me ha recorrido todo el cuerpo me tumbo de nuevo sobre la cama, y durante unos segundos tomo fuerzas para afrontar el reto de cada día. Todos los días son el mismo para mí.

Solo sopesar el esfuerzo de cada día, se me hace más difícil encararlo. Pero a veces pienso que a lo mejor una puerta de esperanza se me abra al final del día. Quizás esa puerta tenga una cerradura que mi llave no abra, quizás sea culpa mía y de nadie mas mi situación, quizás solo pueda ser un árbol que se lleva la corriente de un río y el mantenerme a flote ya sea suficiente para mí.

Pero algunas veces me pregunto, muchas cuestiones para las que no tengo respuesta, a lo mejor la vida solo es eso, y en mi respuesta esta mi forma de hacerme las preguntas, y por tanto no soy yo el capacitado para responderlas.

Yo solo se, que cada vez se menos, y que esa falta de motivación pueda ser un sentimiento de desilusión que me ahoga cuando intento respirar. Puede ser que la falta de respuestas sea parte de la vida, y que el no saber entenderla te deje como yo estoy sin respuestas. Quizás en algún momento de mi vida tuve que dar en la tecla que no di, o puede ser que, que esa tecla todavía no haya aparecido y me haya trastocado la vida.

Pero ante todo, solo se en lo creo creer, y aun así sigo creyendo en mi, por que no tengo mas remedio, sigo creyendo en la buena gente, por que aunque parezcan a veces un espejismo, se que existen. Sigo creyendo que un día pasado las cosas no eran así, y que entre ese momento y este ocurrió algo que me ha hecho como soy.

Se que en la vida no todo depende de ti, pero de ti si depende el poder cambiar el color de las cosas, para que a algunos que les cuesta vivir igual que a ti, por un momento de su vida haya colores y no grises.

Seguramente la vida sea un agujero negro por el que debes caer, para poder agarrarte a una roca que te de una razón para no seguir cayendo. Quizás sea eso, solamente eso.

Posiblemente, mi vida no haya tocado fondo, y el fondo sea lo necesario para poder partir hacia arriba, esa roca a la que te agarras, por que te da una razón para seguir viviendo.

Pero lo peor de todo esto, es que solo soy un ser imperfecto, un ser no útil, un ser en paro.


A la memoria de Dimantino Garcia Acosta.


martes, 23 de febrero de 2010

Animacion Flash Muy buena.flv

Filosofía de Vida

El Picador de piedra

Cuenta la leyenda que un humilde picador de piedra vivía resignado en su pobreza, aunque siempre anhelaba con deseo convertirse en un hombre rico y poderoso. Un buen día expresó en voz alta su deseo y cuál fue su sorpresa cuando vio que éste se había hecho realidad: se había convertido en un rico mercader.


 

Esto le hizo muy feliz hasta el día que conoció a un hombre aún más rico y poderoso que él. Entonces pidió de nuevo ser así y su deseo le fue también concedido. Al poco tiempo se cercioró de que debido a su condición se había creado muchos enemigos y sintió miedo.


 

Cuando vio cómo un feroz samurai resolvía las divergencias con sus enemigos, pensó que el manejo magistral de un arte de combate le garantizaría la paz y la indestructibilidad. Así que quiso convertirse en un respetado samurai y así fue.


 

Sin embargo, aún siendo un temido guerrero, sus enemigos habían aumentado en número y peligrosidad. Un día se sorprendió mirando al sol desde la seguridad de la ventana de su casa y pensó: "él si que es superior, ya que nadie puede hacerle daño y siempre está por encima de todas las cosas. ¡ Quiero ser el sol !".


 

Cuando logró su propósito, tuvo la mala suerte de que una nube se interpuso en su camino entorpeciendo su visión y pensó que la nube era realmente poderosa y así era como realmente le gustaría ser.


 

Así, se convirtió en nube, pero al ver cómo el viento le arrastraba con su fuerza, la desilusión fue insoportable. Entonces decidió que quería ser viento. Cuando fue viento, observó que aunque soplaba con gran fuerza a una roca, ésta no se movía y pensó: ¡ ella sí que es realmente fuerte: quiero ser una roca ! Al convertirse en roca se sintió invencible porque creía que no existía nada más fuerte que él en todo el universo.


 

Pero cuál fue su sorpresa al ver que apareció un picador de piedra que tallaba la roca y empezaba a darle la forma que quería pese a su contraria voluntad. Esto le hizo reflexionar y le llevó a pensar que, en definitiva, su condición inicial no era tan mala y que deseaba de nuevo volver a ser el picador de piedra que era en un principio.




 
De Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

miércoles, 17 de febrero de 2010

ZEITGEIST - Parte 01 ' El Espiritu de la Era '

Zeitgeist Parte 2 en Español (loquendo)

Zeitgeist en español 4 " Origen del Cristianismo 3/3 "

ELOGIO DE LA DIFICULTAD

Conferencia que el Doctor Estanislao Zuleta


presentó en el acto mediante el cual la


Universidad del Valle le otorgó el titulo Honoris Causa en Psicología.






La pobreza de la imaginación nunca se manifiesta


de una manera tan clara como cuando se trata de


imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a


inventar paraísos, islas afortunadas, pases de


Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin


bÚsqueda de superación y sin muerte. Y por lo


tanto también sin carencias y sin deseo; un


océano de mermelada sagrada, una eternidad de


aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables,


paraísos afortunadamente inexistentes.






Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas,


sino fuera porque constituyen el modelo de


nuestros propósitos y nuestros anhelos en la vida


práctica. Aquí mismo en los proyectos de la


existencia cotidiana, más acá del reino de las


mentiras eternas, introducimos también el ideal


tonto de la seguridad garantizada, de las


reconciliaciones totales, de las soluciones


definitivas. Puede decirse que nuestro problema


no consiste solamente ni principalmente en que no


seamos capaces de conquistar lo que nos


proponemos, sino en aquello que nos proponemos;


que nuestra desgracia no está tanto en las


frustraciones de nuestros deseos, como en la


forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de


desear una relación humana inquietante, compleja


y perdible, que estimule nuestra capacidad de


luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un


idilio sin sombras y sin peligros, un nido de


amor y por lo tanto, en Última instancia un


retorno al huevo. En lugar de desear una sociedad


en la que sea realizable y necesario trabajar


arduamente para hacer efectivas nuestras


posibilidades, deseamos un mundo de la


satisfacción, una monstruosa sala-cuna de


abundancia pasivamente recibida. En lugar de


desear una filosofía llena de incógnitas y


preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina


global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por


espíritus que nunca han existido o por caudillos


que desgraciadamente si han existido.






Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original


de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que queremos regresar a él.






Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que


se inicia el reino milenario. Son muy conocidos


en la historia, desde la antigüedad hasta hoy,


los horrores a los que pueden y suelen entregarse


los partidos provistos de una verdad y de una


meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han


sido alcanzados por la gracia -por la desgracia-


de una revelación. El estudio de la vida social y


de la vida personal nos enseña cuan próximos se


encuentran una de otro la idealización y el


terror. La idealización del fin, de la meta y el


terror de los medios que procurarán su conquista.


Quienes de esta manera tratan de someter la


realidad al ideal, entran inevitablemente en una


concepción paranoide de la verdad: en un sistema


de pensamiento, que los que se atrevieran a


objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la


interpretación totalitaria: sus argumentos, no


son argumentos, sino solamente síntomas de una


naturaleza dañada o bien máscaras de propósitos


malignos. En lugar de discutir un razonamiento se


lo reduce a un juicio de pertenencia al otro =96 y


el otro es, en este sistema, sinónimo de


enemigo-, o sea procede a un juicio de


intenciones. Y en este sistema se desarrolla


peligrosamente hasta el punto en que ya no solo


rechaza toda oposición, sino también toda


diferencia: el que no está conmigo está contra


mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo.






Así como hay, segÚn Kant, un verdadero abismo de


la Razón que consiste en la petición de un


fundamento Último e incondicionado de todas las


cosas, así también hay un verdadero abismo de la


acción, que consiste en la exigencia de una


entrega total a la =93causa=94 absoluta y concibe


toda duda y toda crítica como traición o como agresión.






Ahora sabemos que por una amarga experiencia que


este abismo de la acción, con sus guerras santas


y orgías de fraternidad no es una característica


exclusiva de ciertas épocas del pasado o de


civilizaciones atrasadas en el desarrollo


científico y técnico; que puede funcionar muy


bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una


gran capacidad de inventiva y una eficiencia


macabra. Sabemos que ningÚn origen


filosóficamente elevado o supuestamente divino,


inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer


en la interpretación propia de la lógica


paranoide que afirma un discurso particular


=96todos lo son- como la designación misma de la


realidad y los otros como ceguera o mentira.






El atractivo terrible que poseen las formaciones


colectivas que se embriagan con la promesa de una


comunidad humana no problemática, basada en una


palabra infalible, consiste en que suprimen la


indecisión y la duda, la necesidad de pensar por


sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad


exaltada por participación, separan un interior


bueno =96el grupo- y un exterior amenazador. Así


como se ahorra sin duda la angustia, se


distribuye mágicamente la ambivalencia de un amor


por lo propio y un odio por lo extraño y se


produce la más grande simplificación de la vida,


la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí


facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente


este tipo de formaciones colectivas, se


caracterizan por una inaudita capacidad de


entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y


desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma


del martirio. Facilidad, sin embargo, por que lo


que el hombre teme por encima de todo no es la


muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces


se refugia, sino la angustia que genera la


necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el


entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.






Un síntoma inequívoco de la dominación de las


ideologías proféticas y de los grupos que las


generan o que someten a su lógica doctrinas que


le fueron extrañas en su origen, es el descrédito


en el que cae el concepto de respeto, ni de


reciprocidad, ni de vigilancia de normas


universales. Estos valores aparecen más bien como


males menores propios de un resignado


escepticismo, como signos de que se ha abdicado


las más caras esperanzas. Porque el respeto y las


normas sólo adquieren vigencia allí donde el


amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran


misión, ya no pueden aspirar a determinar las


relaciones humanas como el respeto es siempre el


respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse


allí donde ya no se cree que la diferencia puede


disolverse en una comunidad exaltada,


transparente y espontánea, o en una fusión


amorosa. No se puede respetar el pensamiento del


otro, tomarlo seriamente en consideración,


someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él


una crítica, válida también en principio para el


pensamiento propio, cuando se habla desde la


verdad misma, cuando creemos que la verdad habla


por nuestra boca; porque entonces el pensamiento


del otro sólo puede ser error o mala fe; y el


hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad


es prueba contundente de su falsedad, sin que se


requiera de ninguna otra. Nuestro saber es el


mapa de la realidad y toda línea que se separe de


él sólo puede ser imaginaria o algo peor:


voluntariamente torcida por inconfesables


intereses. Desde la concepción apocalíptica de la


historia de las normas y las leyes de cualquier


tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y


mezquino frente a la gran tarea de realizar el


ideal y de encarnar la Promesa; por lo tanto sólo


se reclaman y se valoran cuanto ya no creen en la misión incondicionada.






Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran


desidealización no es generalmente que se aprenda


a valorar positivamente lo que tan alegremente se


ha desechado o estimado sólo negativamente; lo


que se produce entonces, casi siempre, es una


verdadera ola de pesimismo, escepticismo y


realismo cínico. Se olvida entonces que una


crítica a una sociedad injusta, basada en la


explotación y la dominación de clase, era


fundamentalmente correcta y que el combate por


una organización social racional e igualitaria


sigue siendo necesario y urgente. A la


desidealización sucede el arribismo


individualista que además piensa que ha superado


toda moral por el solo hecho de que ha abandonado


toda esperanza de una vida cualitativamente superior.


Lo más difícil, lo más importante, lo más


necesario, lo que de todos modos hay que


intentar, es conservar la voluntad de luchar por


una sociedad diferente sin caer en la


interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil,


pero también lo esencial es valorar positivamente


el respeto y la diferencia, no como un mal menor


y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece


la vida e impulsa la creación y el pensamiento,


como aquella sin lo cual una imaginaria comunidad


de los justos contraría al eterno hosanna del


aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran


signo de interrogación sobre el valor de lo


fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino


sobre las cosas mismas, sobre la predilección por


todo aquello que no exige de nosotros ninguna


superación, ni nos pone en cuestión, ni nos


obliga a desplegar nuestras posibilidades.






Hay que observar con cuanta desgraciada


frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la


vida social y colectiva, la triste facilidad de


ejercer lo que llamaré una no reciprocidad


lógica; es decir el empleo de un método


explicativo completamente diferente cuando se


trata de dar cuenta de los problemas, los


fracasos y los errores propios y los del otro


cuando es adversario o cuando disputamos con él.


En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo


que ha hecho, lo que le ha pasado, es una


manifestación de su ser más profundo; en nuestro


caso aplicamos el circunstancialismo, de manera


que aÚn los mismos fenómenos se explican por las


circunstancias adversas, por alguna desgraciada


coyuntura. El es así, yo me ví obligado. El


cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar


el resultado. El discurso del otro no es más que


un síntoma de sus particularidades, de su raza,


de su sexo, de su neurosis, de sus intereses


egoístas; el mío es una simple constatación de


los hechos y una deducción lógica de sus


consecuencias. Preferíamos que nuestra causa se


juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.






Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer


esa no reciprocidad lógica que es siempre una


doble falsificación, no sólo irrespetamos al


otro, sino también a nosotros mismos, puesto que


nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.






La difícil tarea de aplicar un mismo método


explicativo y crítico a nuestra posición y a la


opuesta no significa desde luego que consideremos


equivalentes las doctrinas, las metas y los


intereses de las personas, los partidos, las


clases y las naciones en conflicto. Significa por


el contrario que tenemos suficiente confianza en


la superioridad de la causa que defendemos, como


para estar seguros de que no necesita, ni le


conviene esa doble falsificación con la cual, en


verdad, podría defenderse cualquier cosa.






En el carnaval de miseria y de derroche propios


del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y


urgente la voz de Gothe y Marx que nos convocan a


un trabajo creador, difícil, capaz de situar al


individuo concreto a la altura de la conquista de la humanidad.






Dostoyevski nos enseñó a mirar hasta donde van


las tentaciones de tener una fácil relación


interhumana: van no sólo en el sentido de buscar


el poder, ya que si no se puede lograr una


amistad respetuosa en una empresa comÚn se


produce lo que Bahro llama intereses


compensatorios: la bÚsqueda de amos, el deseo de


ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien


que nos libere de una vez por todas del cuidado,


de que nuestra vida tenga sentido. Dostoyevski


entendió, hace más de un siglo, que la dificultad


de nuestra liberación procede de nuestro amor a


las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las


seguridades porque nos evitan las angustias de la razón.






Pero en medio del pesimismo de nuestra época se


sigue desarrollando el pensamiento histórico, el


psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el


arte y la literatura. En medio del pesimismo de


nuestra época surge la lucha de los proletarios


que ya saben que un trabajo insensato no se paga


con nada, ni con automóviles ni con televisores;


surge la rebelión magnifica de las mujeres que no


aceptan una situación de inferioridad a cambio de


halagos y protecciones; surge la insurrección


desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar


el destino que se les ha fabricado.






Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:






=93También esta noche, Tierra, permaneciste firme.






Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.






Y alientas otra vez en mí la inspiración de


luchar sin descanso por una altísima existencia=94